Relato: Joe y fantasma 309
Big Joe y Fantasma 309 (Letra originial traducida)
Bueno, dio la casualidad de que yo andaba por la costa este hace algunos años
Tratando de conseguir algún dolar como todo el mundo
Pero los tiempos eran difíciles y no tuve suerte
Me harté de dar vueltas por allí
Así que me puse a hacer auto-stop para volver a casa
Hice bastantes kilómetros en los dos primeros días
Pensé que si la suerte seguía igual llegaría a casa en una semana
Pero a la tercera noche me quedé clavado
Allí estaba yo en un frío y solitario cruce
Y había empezado a llover y tenía hambre
Tenía hambre y estaba cansado, estaba helado y cogí frío
Pero entonces
Aparecieron sobre la colina las luces de un semirremolque
Deberías haber visto mi sonrisa cuando oí sus frenos hidráulicos
Subí a la cabina donde sabía que se estaría caliente
Y al volante estaba sentado un tipo corpulento
Diría que debía pesar unos 150 kilos
Cuando me dio la mano y me dijo con una sonrisa
"Big Joe es mi nombre y este camión se llama Fantasma 309"
Le pregunté por qué llamaba así al camión
Y entonces se giró y me dijo"
Hijo deberías saber que este camión no tiene rival
No hay ningún conductor en este u otro trayecto
Que no haya visto más que las luces traseras de Big Joe y Fantasma 309"
Así que rodamos y hablamos casi toda la noche
Yo le conté mis historias y Joe me contó las suyas
Y me fumé todos sus Viceroys mientras viajábamos
Le había metido las diez marchas y el camión iba a tope
Tío, aquel salpicadero estaba encendido como el viejo pinball de Madam La Rue
Todo un semicamión
Hasta que casi misteriosamente
Aparecieron las luces de un apeadero de camiones
Joe se giró y me dijo
"Lo siento, pero me temo que no puedo ir más lejos
He de desviarme un poco más adelante"
Pero que me cuelguen si no me tiró diez centavos
Cuando puso la primera y me dijo"
Entra ahí y tómate una taza de café caliente, paga Big Joe"
Pero cuando Joe y su camnión se internaron en la noche
Tío, en un instante ya no había rastro de ellos
Así que entré en aquel viejo apeadero y pedí una taza de café
Dije, "Esto lo paga Big Joe"
Pero había un silencio sepulcral en aquel sitio
Había un silencio tan sepulcral
Que se podía oir un alfiler caer cuando el rostro del camarero se giró algo pálido
Le dije con una sonrisa medio burlona
"¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?"
Me respondió, "No hijo, esto suele ocurrir de vez en cuando
Todos los conductores de aquí conocen a Big Joe
Pero deja que te cuente lo que pasó hace diez años
Sí, fue hace diez años en ese frío y solitario cruce
Había un autobús lleno de niños
Y volvían de la escuela
Y estaban allí en medio cuando Joe se asomó por la colina
Y pudo haberlos matado pero Joe giró el volante
Y el camión coleó, coleó
Y pegó un patinazo
Y la gente de aquí dice que dio su vida por salvar a aquel puñado de críos
Y ahí fuera en el frío y solitario cruce
Dicen que fue el final del trayecto de Big Joe y Fantasma 309
Pero es extraño, ¿sabes?
Porque de vez en cuando, sí, de vez en cuando
Cuando la luna está llena
Dicen que Joe se para y recoge a alguien
Y así como tú, algún autostopista pasa por aquí
Así pues, hijo
Tómate otra taza de café a cuenta de la casa
Y quiero que te quedes con esa moneda de diez centavos
Sí, quédate con esa moneda de diez centavos
Guárdate esa moneda como recuerdo de Big Joe
De Big Joe y Fantasma, Big Joe y Fantasma 309"
------------------------------oOo-----------------------------------
Relato:
No tardé ni un segundo en darme cuenta de que yo era el Joe del que hablaba la canción que estaba escuchando.
Esa noche no tenía prisa, llovía y nadie me esperaba en casa. Shara tenía guardia en el hospital así que no me importaba ir un poco más lento por aquella carretera. Sabía que las ruedas de mi viejo camión llevaban muchos kilómetros y en breve debería ir a cambiarlas.
Un buen camionero sigue siempre un ritual perfecto antes de salir de cualquier peaje. El mío era besar las fotos de Shara y de las niñas, desabrocharme el primer botón del vaquero, fumarme un pitillo Lucky Strike, y poner una buena cassette. Esa noche elegí el disco Nighthawks at the Diner de Tom Waits.
Al poco tiempo de estar conduciendo y gracias al calor formado en la cabina entré en un sopor casi hipnótico que hizo que me asustase más de la cuenta. Eché un vistazo al tacógrafo para ver si lo había parado. Llevaba más de 12 horas conduciendo y lo último que necesitaba era una multa por pasarme de las horas reglamentarias. El sueño se apoderaba de mí, lo que más necesitaba era alguien con quien hablar. Mis plegarias fueron escuchadas cuando al final de la carretera y bajo aquella intensa lluvia se encontraba un autoestopista con el brazo en alto. Paré en aquel cruce cerca de la colina. Mis frenos hidráulicos sonaron como una locomotora al llegar a la estación. Abrí la puerta de la cabina y no puede esconder mi satisfacción al ver como cambiaba la cara de aquel pobre hombre empapado y muerto de frío.
Le di la mano y el subió al camión de un salto. Parecía un tipo agradable, se notaba que en las últimas semanas lo había pasado mal. Pero el caso es que tenía conversación y eso era más de lo que podía pedir.
Hablamos de muchos temas durante todo el viaje. Parecía interesarse por la mecánica. Cada cierto tiempo le ofrecía un puro de la caja que tenía en la guantera. Estaba ahí desde la boda de mi tío Alfred, llevaba dos años sin abrir y nunca había encontrado ocasión. Pero él se los fumaba como si fueran el mejor Habano.
Llegábamos al desvío que yo debía coger para volver a casa, y no quise dejar al autoestopista fuera de la carretera principal. Así que paré en un apeadero de camiones. Seguro que marta, la camarera, le trataría de perlas. Todos los camioneros de la zona iban sólo por probar su magnífico café. Aún así no quise despedirme de él sin darle diez centavos por si esa noche marta hubiera recibido demasiadas proposiciones y no estuviera de muy buen humor. Le dije que se tomara un café caliente en mi honor y me despedí de él con un ligero aspaviento.
El golpe que dio la puerta del camión hizo que me despertase sudando en la cama, todo había sido un sueño. El camino recorrido, el autoestopista, el apeadero… Pero era tan real; aún podía oler el humo del tabaco de la boda de Alfred en la cabina del camión.
Shara estaba a mi lado, le di un beso y me incorporé de la cama. Entre sueños me preguntó por qué sudaba. – Es sólo un sueño. Le contesté.
Eran las seis de la mañana. Me despejé un poco y me puse en marcha. Volví a realizar el ritual que seguía antes de empezar una ruta. Miré en la guantera y encontré la cassette de Tom Waits. Era el mismo album que escuchaba en el sueño. Lo puse y arranqué el camión. Me encantaba aquel sonido, la explosión de los pistones hacía temblar toda la cabina. Hice un par de maniobras y salí de la calle hasta perder de vista, por el retrovisor, la ventana de la habitación de las niñas.
Estaba concentrado en la carretera. Ya llevaba media hora de ruta y no prestaba atención a la música, pero algo hizo que saliera del trance de las líneas del camino. Hey!, esa canción dice mi nombre. La canción hablaba de un camionero llamado Joe. Di a la tecla del ‘rew’ para poder escucharla desde el principio. Empezó a sonar esa introduccíon disonante que siempre utiliza Waits. Después de un marcado contrabajo, una voz de ultratumba comenzaba a sonar. El marcado paso lento unido a la voz llena de Whisky y tabaco del cantante recordaba al bajo continuo Barroco mezclado con el más puro Blues Cosmopolita. No hay nada como Tom Wais para sentirte sucio, pensé.
Pero el timbre de la voz ya no me importaba, la segunda estrofa de la canción me había dejado helado. Hablaba del autoestopista que había aparecido en mi sueño. Era el cruce y la colina donde le había recogido. Se subía a mi camión, y yo era Joe. Mi nombre es Joe. No podía creerlo. En el radiocassette de mi camión Tom Waits cantaba sobre los puros de mi tio Alfred, de mis historias y del apeadero de camiones de marta.
Mil preguntas surgieron en mi cabeza. Por un momento perdí la noción del tiempo, no sabía que era ayer y que era hoy.
Había escuchado mil veces ese disco, lo llevaba en la guantera desde hace más de tres años. He escuchado todos los cassettes que llevo en la guantera, es lo que tienen los que pasan mucho tiempo en la carretera. ¿Cómo no me di cuenta de que esa canción nos nombraba a mí y a mi camión?
Al escuchar la tercera estrofa, mi cara quedó totalmente pálida. Las palabras: accidente, niños, final. Con el tono del interprete sonaban aún más terroríficas.
Tenía un accidente con mi camión por salvar a un autobús lleno de niños. Yo moriría en ese accidente. Ese era mi final, decía la canción. Después sería un fantasma. Que pasados diez años me aparecería a autoestopistas como el de mi sueño dejándoles en el apeadero. Pero eso no tenía sentido. Lo que estaba viviendo era real, tan real como que yo era camionero. Aunque el sueño de esa noche también me había parecido real. Además los fantasmas no existen o por lo menos yo nunca me había cruzado con ninguno.
Iba tan absorto en lo que sonaba en el radiocassette y escudriñando mi mente en busca de respuestas que no me di cuenta de que un autobús, en la carretera, me hacia señas con las luces. Todo aquel torbellino de preguntas y respuestas había afectado a la presión que ejercía con el pie derecho al acelerador. Mi camión había perdido mucha potencia. El autobús hizo un giro brusco para poder adelantarme por la izquierda. Pocos metros más adelante había un cruce, allí fue donde recogí al autoestopista del sueño y a mi derecha por la carretera corría un coche a gran velocidad directo hacia el cruce.
Miré al autobús que me adelantaba y reconocí que era de escolares cuando niña me hacía muecas con la cara muy pegada al cristal.
El autobús escolar no vio al automovil hasta que se encontraba casi encima. Los tenia delante, parados en la carretera, en el punto de mira de mi camión. Sabia que mis frenos no llegarían a tiempo antes de golpear a aquel autobús. Giré todo a la derecha, asumiendo mi destino, miré las fotos de mi familia y las ruedas del fantasma 309 hicieron el resto.
R.S

Tratando de conseguir algún dolar como todo el mundo
Pero los tiempos eran difíciles y no tuve suerte
Me harté de dar vueltas por allí
Así que me puse a hacer auto-stop para volver a casa
Hice bastantes kilómetros en los dos primeros días
Pensé que si la suerte seguía igual llegaría a casa en una semana
Pero a la tercera noche me quedé clavado
Allí estaba yo en un frío y solitario cruce
Y había empezado a llover y tenía hambre
Tenía hambre y estaba cansado, estaba helado y cogí frío
Pero entonces
Aparecieron sobre la colina las luces de un semirremolque
Deberías haber visto mi sonrisa cuando oí sus frenos hidráulicos
Subí a la cabina donde sabía que se estaría caliente
Y al volante estaba sentado un tipo corpulento
Diría que debía pesar unos 150 kilos
Cuando me dio la mano y me dijo con una sonrisa
"Big Joe es mi nombre y este camión se llama Fantasma 309"
Le pregunté por qué llamaba así al camión
Y entonces se giró y me dijo"
Hijo deberías saber que este camión no tiene rival
No hay ningún conductor en este u otro trayecto
Que no haya visto más que las luces traseras de Big Joe y Fantasma 309"
Así que rodamos y hablamos casi toda la noche
Yo le conté mis historias y Joe me contó las suyas
Y me fumé todos sus Viceroys mientras viajábamos
Le había metido las diez marchas y el camión iba a tope
Tío, aquel salpicadero estaba encendido como el viejo pinball de Madam La Rue
Todo un semicamión
Hasta que casi misteriosamente
Aparecieron las luces de un apeadero de camiones
Joe se giró y me dijo
"Lo siento, pero me temo que no puedo ir más lejos
He de desviarme un poco más adelante"
Pero que me cuelguen si no me tiró diez centavos
Cuando puso la primera y me dijo"
Entra ahí y tómate una taza de café caliente, paga Big Joe"
Pero cuando Joe y su camnión se internaron en la noche
Tío, en un instante ya no había rastro de ellos
Así que entré en aquel viejo apeadero y pedí una taza de café
Dije, "Esto lo paga Big Joe"
Pero había un silencio sepulcral en aquel sitio
Había un silencio tan sepulcral
Que se podía oir un alfiler caer cuando el rostro del camarero se giró algo pálido
Le dije con una sonrisa medio burlona
"¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?"
Me respondió, "No hijo, esto suele ocurrir de vez en cuando
Todos los conductores de aquí conocen a Big Joe
Pero deja que te cuente lo que pasó hace diez años
Sí, fue hace diez años en ese frío y solitario cruce
Había un autobús lleno de niños
Y volvían de la escuela
Y estaban allí en medio cuando Joe se asomó por la colina
Y pudo haberlos matado pero Joe giró el volante
Y el camión coleó, coleó
Y pegó un patinazo
Y la gente de aquí dice que dio su vida por salvar a aquel puñado de críos
Y ahí fuera en el frío y solitario cruce
Dicen que fue el final del trayecto de Big Joe y Fantasma 309
Pero es extraño, ¿sabes?
Porque de vez en cuando, sí, de vez en cuando
Cuando la luna está llena
Dicen que Joe se para y recoge a alguien
Y así como tú, algún autostopista pasa por aquí
Así pues, hijo
Tómate otra taza de café a cuenta de la casa
Y quiero que te quedes con esa moneda de diez centavos
Sí, quédate con esa moneda de diez centavos
Guárdate esa moneda como recuerdo de Big Joe
De Big Joe y Fantasma, Big Joe y Fantasma 309"
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Relato:
No tardé ni un segundo en darme cuenta de que yo era el Joe del que hablaba la canción que estaba escuchando.
Esa noche no tenía prisa, llovía y nadie me esperaba en casa. Shara tenía guardia en el hospital así que no me importaba ir un poco más lento por aquella carretera. Sabía que las ruedas de mi viejo camión llevaban muchos kilómetros y en breve debería ir a cambiarlas.
Un buen camionero sigue siempre un ritual perfecto antes de salir de cualquier peaje. El mío era besar las fotos de Shara y de las niñas, desabrocharme el primer botón del vaquero, fumarme un pitillo Lucky Strike, y poner una buena cassette. Esa noche elegí el disco Nighthawks at the Diner de Tom Waits.
Al poco tiempo de estar conduciendo y gracias al calor formado en la cabina entré en un sopor casi hipnótico que hizo que me asustase más de la cuenta. Eché un vistazo al tacógrafo para ver si lo había parado. Llevaba más de 12 horas conduciendo y lo último que necesitaba era una multa por pasarme de las horas reglamentarias. El sueño se apoderaba de mí, lo que más necesitaba era alguien con quien hablar. Mis plegarias fueron escuchadas cuando al final de la carretera y bajo aquella intensa lluvia se encontraba un autoestopista con el brazo en alto. Paré en aquel cruce cerca de la colina. Mis frenos hidráulicos sonaron como una locomotora al llegar a la estación. Abrí la puerta de la cabina y no puede esconder mi satisfacción al ver como cambiaba la cara de aquel pobre hombre empapado y muerto de frío.
Le di la mano y el subió al camión de un salto. Parecía un tipo agradable, se notaba que en las últimas semanas lo había pasado mal. Pero el caso es que tenía conversación y eso era más de lo que podía pedir.
Hablamos de muchos temas durante todo el viaje. Parecía interesarse por la mecánica. Cada cierto tiempo le ofrecía un puro de la caja que tenía en la guantera. Estaba ahí desde la boda de mi tío Alfred, llevaba dos años sin abrir y nunca había encontrado ocasión. Pero él se los fumaba como si fueran el mejor Habano.
Llegábamos al desvío que yo debía coger para volver a casa, y no quise dejar al autoestopista fuera de la carretera principal. Así que paré en un apeadero de camiones. Seguro que marta, la camarera, le trataría de perlas. Todos los camioneros de la zona iban sólo por probar su magnífico café. Aún así no quise despedirme de él sin darle diez centavos por si esa noche marta hubiera recibido demasiadas proposiciones y no estuviera de muy buen humor. Le dije que se tomara un café caliente en mi honor y me despedí de él con un ligero aspaviento.
El golpe que dio la puerta del camión hizo que me despertase sudando en la cama, todo había sido un sueño. El camino recorrido, el autoestopista, el apeadero… Pero era tan real; aún podía oler el humo del tabaco de la boda de Alfred en la cabina del camión.
Shara estaba a mi lado, le di un beso y me incorporé de la cama. Entre sueños me preguntó por qué sudaba. – Es sólo un sueño. Le contesté.
Eran las seis de la mañana. Me despejé un poco y me puse en marcha. Volví a realizar el ritual que seguía antes de empezar una ruta. Miré en la guantera y encontré la cassette de Tom Waits. Era el mismo album que escuchaba en el sueño. Lo puse y arranqué el camión. Me encantaba aquel sonido, la explosión de los pistones hacía temblar toda la cabina. Hice un par de maniobras y salí de la calle hasta perder de vista, por el retrovisor, la ventana de la habitación de las niñas.
Estaba concentrado en la carretera. Ya llevaba media hora de ruta y no prestaba atención a la música, pero algo hizo que saliera del trance de las líneas del camino. Hey!, esa canción dice mi nombre. La canción hablaba de un camionero llamado Joe. Di a la tecla del ‘rew’ para poder escucharla desde el principio. Empezó a sonar esa introduccíon disonante que siempre utiliza Waits. Después de un marcado contrabajo, una voz de ultratumba comenzaba a sonar. El marcado paso lento unido a la voz llena de Whisky y tabaco del cantante recordaba al bajo continuo Barroco mezclado con el más puro Blues Cosmopolita. No hay nada como Tom Wais para sentirte sucio, pensé.
Pero el timbre de la voz ya no me importaba, la segunda estrofa de la canción me había dejado helado. Hablaba del autoestopista que había aparecido en mi sueño. Era el cruce y la colina donde le había recogido. Se subía a mi camión, y yo era Joe. Mi nombre es Joe. No podía creerlo. En el radiocassette de mi camión Tom Waits cantaba sobre los puros de mi tio Alfred, de mis historias y del apeadero de camiones de marta.
Mil preguntas surgieron en mi cabeza. Por un momento perdí la noción del tiempo, no sabía que era ayer y que era hoy.
Había escuchado mil veces ese disco, lo llevaba en la guantera desde hace más de tres años. He escuchado todos los cassettes que llevo en la guantera, es lo que tienen los que pasan mucho tiempo en la carretera. ¿Cómo no me di cuenta de que esa canción nos nombraba a mí y a mi camión?
Al escuchar la tercera estrofa, mi cara quedó totalmente pálida. Las palabras: accidente, niños, final. Con el tono del interprete sonaban aún más terroríficas.
Tenía un accidente con mi camión por salvar a un autobús lleno de niños. Yo moriría en ese accidente. Ese era mi final, decía la canción. Después sería un fantasma. Que pasados diez años me aparecería a autoestopistas como el de mi sueño dejándoles en el apeadero. Pero eso no tenía sentido. Lo que estaba viviendo era real, tan real como que yo era camionero. Aunque el sueño de esa noche también me había parecido real. Además los fantasmas no existen o por lo menos yo nunca me había cruzado con ninguno.
Iba tan absorto en lo que sonaba en el radiocassette y escudriñando mi mente en busca de respuestas que no me di cuenta de que un autobús, en la carretera, me hacia señas con las luces. Todo aquel torbellino de preguntas y respuestas había afectado a la presión que ejercía con el pie derecho al acelerador. Mi camión había perdido mucha potencia. El autobús hizo un giro brusco para poder adelantarme por la izquierda. Pocos metros más adelante había un cruce, allí fue donde recogí al autoestopista del sueño y a mi derecha por la carretera corría un coche a gran velocidad directo hacia el cruce.
Miré al autobús que me adelantaba y reconocí que era de escolares cuando niña me hacía muecas con la cara muy pegada al cristal.
El autobús escolar no vio al automovil hasta que se encontraba casi encima. Los tenia delante, parados en la carretera, en el punto de mira de mi camión. Sabia que mis frenos no llegarían a tiempo antes de golpear a aquel autobús. Giré todo a la derecha, asumiendo mi destino, miré las fotos de mi familia y las ruedas del fantasma 309 hicieron el resto.
R.S
4 Comments:
How far are you going?’
Said ‘Depends on what you mean’
He says ‘I’m only stopping here to get some gasoline’
’I guess I’m going thataway, just as long as it’s paved
And I guess you’d say I’m on my way to Burma-Shave’
tal vez le apetezca visitar la máquina de huesos, un espacio dedicado al pequeño gran tom waits
http://maquinadehuesos.blogspot.com
siga usted siendo muy malo
puedo copiartelo para enviarlo con mi nombre?
jajaja manu donde lo quieres enviar?
Enhorabuena Rodro. mua!!!! Me gusta!!!!!!
Metafórico relato y cristalina idea...Bravo y un aplauso!
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