Donde miro todas las noches

La historia del universo de mi cuarto comienza,
como todas las historias que merezcan la pena,
por dos niñas que subidas a una escalera
llenaron de estrellas el cielo.

Aquello dio paso a que todos tratasen de sacarle sentido
a la situación de las estrellas en el firmamento
y empezaron a inventarse constelaciones basadas en mitos.

Hasta que las estrellas dejaron de ser mitos
para convertirse en recuerdos.
Recuerdos con nombres y apellidos
que hacen que el pasado esté siempre presente.
Una ya la tengo prometida,
otra se vendrá siempre conmigo.

Las demás están por descubrir.

R.S

Que bonito es el amor...

Ayer el hombre enamorado, desbordado por sentimientos que superan sus capacidades físicas. Bebió tres botellas de whisky, tres días sin comer, tres días sin dormir. Sintiendo el amor en todo su explendor, sintiéndose impotente delante de otro de los dogmas de la vida.
Volvemos a la eterna pregunta: ¿Qué es vivir la vida?, el ‘Peso’ o la ‘Levedad’. Al ver a alguien en ese estado piensas en lo mal que lo esta pasando, que debe relativizar las cosas, que todo va a pasar, que el tiempo todo lo cura (Levedad, levedad!!) pero siempre queda un hilo de plata conectado a la tierra que anhela el sentir de esa forma tan física. No comer, no dormir, sólo sentir (Peso).
Hay gente que nunca logra sentir de esa forma en toda su vida. Nunca sabremos qué es el vivir la vida. Lo que es seguro es que la vivimos, pero preferiría tener un hilo de plata extensible que nos acerque o aleje a la tierra a nuestro antojo, como el hilo que sujeta al angelito en las obras de teatro...
R.S

El pirata debajo de mi cama

Yo conozco a un pirata.
Vive en mi casa, debajo de mi cama.
Sale de su escondrijo por las noches, cuando estoy dormido,
y me susurra cosas al oído.
Me di cuenta de todo esto, cuando mi pierna empezó a verse pata de palo.
Cuando mi ojo izquierdo se volvía cada vez mas negro.
Cuando cada vez que oía silbar al viento se me escapaba un: “¡arriar las velas!”
Una noche, me hice el dormido, y le pillé infraganti encima mío,
con su boca pegada a mi oreja.
Le pregunté, por qué lo hacía.
Pero no me contestó.
Se limitó a mirarme y sonreir con
esa boca llena de dientes negruzcos.
Así que, ahora que estoy a tiempo.
Ahora que aún no estoy secuestrando princesas
Ni hundiendo galeones.
Me despido.
No os acostumbreis a verme.
Un día igual no aparezco por donde voy siempre.
Porque mi sitio no es este, mi sitio está en el mar.
Ahora lo sé, en puertos lejanos.
(o quizá debajo de tu cama susurrando en tu oído por las noches)

R.S

Rayos X

Todos los días salgo a correr por esta zona.

Esta justo al lado de mi casa.

Ya es primavera y se ve todo lleno de motas amarillas sobre un campo verde.

Empiezo a sudar.

Es la última hora de la tarde,

el sol está cayendo, esta es la mejor luz del día.

Me encanta correr, lo hago sin música,

porque me gusta concentrarme en mis pasos,

en la respiración, en los latidos del corazón.

Mientras corro, pienso. Pienso y corro.

Un paso, pienso. Otro paso, pienso.

Sin ruidos, sin distracciones.

Mi momento de meditación.

Por el camino me encuentro siempre con viejos, solo viejos y algunas amas de casa, siempre los mismos. Les miro de frente, según me voy a cercando a ellos. Me gusta mirarles, adivinar que piensan, cuales han sido sus vivencias, sus ilusiones. Si han decepcionado a sus familias, si han amado, si son felices, si son capaces de hacer el amor aún. Ellos también van pensando, hasta que se dan cuenta de que les miro, y reaccionan extraños como si invadiera su intimidad. No me da tiempo a analizar mas, porque ese momento es fugaz, paso de largo frente a ellos y los dejo atrás.

Mi respiración se hace cada vez más fuerte, debido a la bronquitis crónica que sufro y a la falta de práctica. Mis pies comienzan a dolerme. Se acerca el momento de parar. Sólo paro cuando empiezo a notar nauseas o cuando el dolor de flato me obliga. Debo seguir un poco más. Estoy perdiendo forma, no me siento ágil. Todo el día en una silla, el correr me recuerda que soy persona, que tengo piernas, que ando (pienso). Pasa una chica joven junto a mí. Es de las mías, lleva poco tiempo corriendo, tiene la cara roja como yo. La miro, me mira, sonrío, aparta la mirada. Me paro, la comida me viene a la boca, no puedo mas, vomito.

Lo que echo de menos

Me doy cuenta que lo echo de menos,
Echo de menos sus conversaciones,
Sus juegos,
Que se ría de lo nena que soy,
Su cuerpo,
Hablar de milan kundera,
Sus mordiscos
Sus caricias en mi espalda
Besar sus lagrimas
sus clases de conducir
Almeria
Su olor a cigarro
Sus mensajes
Sus besos de verdad
Su sexo
Convencerla de ser feliz
De su piedra en la cabeza…
Y no me siento culpable por ello,
Porque también echo de menos
Dar la mano a mi abuelo al salir del colegio,
Mi antigua casa,
Escaparme del colegio para ir a ver cucarachas,
Jugar con los ponis de mi hermana,
Los minutos antes de tocar en un concierto,
Correr con la bici solo por mi pueblo,
A mi padre.
Y se que nada de eso volvera.
Bueno, luego llega un día en que encuentras a una niña
Y juegas con sus ponis de nuevo.
O una noche en la que vuelves a escuchar una voz,
una voz que aún reconoces y nunca cambia

Lo echo de menos.

R.S