Siempre he admirado a la gente que sueña
Me encanta escuchar los sueños de la gente. A la hora del desayuno siempre tengo tiempo para escuchar los sueños de mis compañeros de trabajo. Te los cuentan con todo tipo de detalles; debe ser porque aún los tienen fresquitos en la memoria. Manuel, por ejemplo, sueña con una ciudad paralela, allí vive sus sueños una y otra vez. Incluso va a un trabajo imaginario y recorre una línea de metro imaginaria. En su ciudad existen dos líneas de metro: una morada y otra amarilla. Su trabajo está en medio de las dos y nunca sabe en que parada bajarse. Sergio también recuerda sus sueños;sueña que vuela en posición horizontal paralelo al suelo y recorre toda la casa en dirección a mi cuarto, luego el mismo se dice - despiértate- y se despierta.
A mi me da mucha envidia porque mis sueños no tienen tanto de fantasía ni tampoco están tan claros. Los mios son difusos, mezclan muchas cosas: imágenes intermitentes sin sentido aparente, gente que no tiene rostro, la voz separada del cuerpo... Son más sensaciones que sueños y eso cuando me acuerdo de ellos.
El otro día, por ejemplo, soñé que se me movían las muelas; y sólo eso, que se me movían. Otro día soñé que caía una especie de nieve del cielo y al llegar a la altura de mis ojos los copos estallaban.
A veces sí sueño cosas con un sentido completo, pero son las menos. Estos sueños son muy largos aunque rápidamente se me olvidan. Así que cuando descubrí el libro de Alejandro, La danza de la realidad, ante mi surgió un atisbo de esperanza.
Todo empezó cuando mi madre como represalia a alguna trastada -de la que no me acuerdo- me castigó con no apuntarme al conservatorio nacional, a la edad de 7 años. Tampoco accedió a que yo asistiera a clases de guitarra en mi escuela. Aunque me he arrepiento totalmente de la trastada que hice, fuera cual fuera, tengo la sospecha de que era más un tema económico que de comportamiento el que yo no pudiera asistir a las clases. Creo que esto hizo que yo adquiriese una especie de halo de frustración que durante toda mi adolescencia se ha manifestado en forma de deseo recurrente. El deseo -y que quede bien claro que no digo sueño- siempre es lo mismo; mi madre sí que me apuntó al conservatorio y acabé la carrera de música. Me dediqué a tocar en tugurios y en conservatorios de danza. Los unos para dar rienda suelta a mis altos conocimientos de Jazz y los otros para conocer a las más bellas bailarinas clásicas. Pude visitar multitud de paises que me dieron conociemiento sobre diferentes culturas e idiomas y desplegar una de mis pasiones que era la fotografía, para acabar mis días en una finca tranquila junto al mar, contando toda mi experiencia en un par de libros. No es un deseo demasido exigente, pero es el mio y según va pasando el tiempo te das cuenta de que cada vez hay más distancia entre lo que desearías que hubiera pasado en tu vida y lo que de verdad pasa.
Después de todo esto leo el libro de Alejandro en el que habla de los sueños lúcidos; sueños en los cuales puedes dar rienda suelta a la imaginación, hacer y sentir cualquier cosa que te propongas. Tu eres consciente de que sueñas, y cuando despiertas lo recuerdas todo.
Hoy me puse a investigar sobre el tema y he encontrado un par de comunidades que se dedican a contar sus propias experiencias en esos sueños lúcidos. También busqué el término Sueño Lúcido y según algunos diccionarios es un hecho probado científicamente. A la gente que se dedica a tener estos sueños se les llama Onironautas - bonita palabra -. Bueno, esto es tremendo, la felicidad plena; poder realizar todos tus sueños, acordarte de ellos, sentirlos y controlarlos y todo probado científicamente. A partir de hoy mismo me voy a interesar sobre este tema y ya contaré que es lo que va pasando.

Quizá me guste demasiado eso de controlar mis sueños, siempre fui muy soñador, tiene bastante de peligroso esto. Ire afinando mis oidos y preparando temas de Jazz para tocar en bares, además podré fumar porque el tabaco no romperá mi voz.
A mi me da mucha envidia porque mis sueños no tienen tanto de fantasía ni tampoco están tan claros. Los mios son difusos, mezclan muchas cosas: imágenes intermitentes sin sentido aparente, gente que no tiene rostro, la voz separada del cuerpo... Son más sensaciones que sueños y eso cuando me acuerdo de ellos.
El otro día, por ejemplo, soñé que se me movían las muelas; y sólo eso, que se me movían. Otro día soñé que caía una especie de nieve del cielo y al llegar a la altura de mis ojos los copos estallaban.
A veces sí sueño cosas con un sentido completo, pero son las menos. Estos sueños son muy largos aunque rápidamente se me olvidan. Así que cuando descubrí el libro de Alejandro, La danza de la realidad, ante mi surgió un atisbo de esperanza.
Todo empezó cuando mi madre como represalia a alguna trastada -de la que no me acuerdo- me castigó con no apuntarme al conservatorio nacional, a la edad de 7 años. Tampoco accedió a que yo asistiera a clases de guitarra en mi escuela. Aunque me he arrepiento totalmente de la trastada que hice, fuera cual fuera, tengo la sospecha de que era más un tema económico que de comportamiento el que yo no pudiera asistir a las clases. Creo que esto hizo que yo adquiriese una especie de halo de frustración que durante toda mi adolescencia se ha manifestado en forma de deseo recurrente. El deseo -y que quede bien claro que no digo sueño- siempre es lo mismo; mi madre sí que me apuntó al conservatorio y acabé la carrera de música. Me dediqué a tocar en tugurios y en conservatorios de danza. Los unos para dar rienda suelta a mis altos conocimientos de Jazz y los otros para conocer a las más bellas bailarinas clásicas. Pude visitar multitud de paises que me dieron conociemiento sobre diferentes culturas e idiomas y desplegar una de mis pasiones que era la fotografía, para acabar mis días en una finca tranquila junto al mar, contando toda mi experiencia en un par de libros. No es un deseo demasido exigente, pero es el mio y según va pasando el tiempo te das cuenta de que cada vez hay más distancia entre lo que desearías que hubiera pasado en tu vida y lo que de verdad pasa.
Después de todo esto leo el libro de Alejandro en el que habla de los sueños lúcidos; sueños en los cuales puedes dar rienda suelta a la imaginación, hacer y sentir cualquier cosa que te propongas. Tu eres consciente de que sueñas, y cuando despiertas lo recuerdas todo.
Hoy me puse a investigar sobre el tema y he encontrado un par de comunidades que se dedican a contar sus propias experiencias en esos sueños lúcidos. También busqué el término Sueño Lúcido y según algunos diccionarios es un hecho probado científicamente. A la gente que se dedica a tener estos sueños se les llama Onironautas - bonita palabra -. Bueno, esto es tremendo, la felicidad plena; poder realizar todos tus sueños, acordarte de ellos, sentirlos y controlarlos y todo probado científicamente. A partir de hoy mismo me voy a interesar sobre este tema y ya contaré que es lo que va pasando.

Quizá me guste demasiado eso de controlar mis sueños, siempre fui muy soñador, tiene bastante de peligroso esto. Ire afinando mis oidos y preparando temas de Jazz para tocar en bares, además podré fumar porque el tabaco no romperá mi voz.