Verdaderamente Enfermo
Justo después de que sentir todos los pinchazos no percibí ningún tipo de contraindicación. La doctora, acostumbrada a estos trámites antes de viajar a lugares de selva tropical o en el que la higiene brilla por su ausencia, me explico con voz monótona de contestador automático todos los síntomas soportables derivados de las vacunas que acababa de inyectar en mi cuerpo.
Acto seguido empecé a sentir todos y cada uno de ellos: cefalea, adormilamiento, fiebre, cansancio. Siempre he sido un poco hipocondríaco no sé si por ver demasiadas películas de Woody Alen o por constitución innata. El caso es que a los diez minutos todos los síntomas desaparecieron e incluso volví corriendo a mi trabajo.
Esa misma tarde mi compañero de piso me avisó de que al día siguiente me dolería, pero no le creí porque en todo el día no había sentido ninguna sintomatología extraña.
En cambio al día siguiente me levanté con el brazo derecho completamente dormido. No podía casi ni moverlo. Era un dolor físico y localizado así que no me preocupaba prácticamente nada. El problema era el otro síntoma, empezaba a sentirme muy cansado. No era algo fisico solamente, era también psicológico. Mis pies eran mucho mas pesados que de costumbre y me costaba mucho levantarlos. Sentía unos cambios bruscos de temperatura que me dejaban helado por un momento y bañado en sudor más tarde. Una vez superaba la dificultad de emprender la marcha era igual de difícil pararla. Mis miembros cobraban vida propia y seguían el primer impulso que yo les hubiese dado. Continuaban su camino como un vagón de tren guiado por los raíles. Entraba en una especie de ensoñación producida por un adormilamiento de mi cuerpo al que sentía frío, acrecentado por una visión túnel que apocopaba mi vista ya de por sí disminuida.
Durante todos estos últimos días he estado afligido por esta sensación que se apodera de mí en el momento más inesperado.
La inapetencia de cualquier tipo de cosas ya sea: sexo, alimento, ocio, desplazamiento… es radicalmente exagerada, y pasa al lado opuesto de necesidad y de agobio en mucho menos tiempo del que puedo tener para reaccionar. Ya que siento, literalmente, la atrofia de mis músculos.
No quiero ni imaginarme lo que sería padecer cualquiera de esas enfermedades para las que me he vacunado: hepatitis A, hepatitis B, malaria, fiebre amarilla, fiebre tifoidea, tétano, cólera… Porque así es como me siento; verdaderamente enfermo.
Acto seguido empecé a sentir todos y cada uno de ellos: cefalea, adormilamiento, fiebre, cansancio. Siempre he sido un poco hipocondríaco no sé si por ver demasiadas películas de Woody Alen o por constitución innata. El caso es que a los diez minutos todos los síntomas desaparecieron e incluso volví corriendo a mi trabajo.
Esa misma tarde mi compañero de piso me avisó de que al día siguiente me dolería, pero no le creí porque en todo el día no había sentido ninguna sintomatología extraña.
En cambio al día siguiente me levanté con el brazo derecho completamente dormido. No podía casi ni moverlo. Era un dolor físico y localizado así que no me preocupaba prácticamente nada. El problema era el otro síntoma, empezaba a sentirme muy cansado. No era algo fisico solamente, era también psicológico. Mis pies eran mucho mas pesados que de costumbre y me costaba mucho levantarlos. Sentía unos cambios bruscos de temperatura que me dejaban helado por un momento y bañado en sudor más tarde. Una vez superaba la dificultad de emprender la marcha era igual de difícil pararla. Mis miembros cobraban vida propia y seguían el primer impulso que yo les hubiese dado. Continuaban su camino como un vagón de tren guiado por los raíles. Entraba en una especie de ensoñación producida por un adormilamiento de mi cuerpo al que sentía frío, acrecentado por una visión túnel que apocopaba mi vista ya de por sí disminuida.
Durante todos estos últimos días he estado afligido por esta sensación que se apodera de mí en el momento más inesperado.
La inapetencia de cualquier tipo de cosas ya sea: sexo, alimento, ocio, desplazamiento… es radicalmente exagerada, y pasa al lado opuesto de necesidad y de agobio en mucho menos tiempo del que puedo tener para reaccionar. Ya que siento, literalmente, la atrofia de mis músculos.
No quiero ni imaginarme lo que sería padecer cualquiera de esas enfermedades para las que me he vacunado: hepatitis A, hepatitis B, malaria, fiebre amarilla, fiebre tifoidea, tétano, cólera… Porque así es como me siento; verdaderamente enfermo.